Berta M.ª López
Una rehabilitación ha cambiado el paradero de esta bodega en desuso convertida hoy en sala expositiva. Hay que remontarse hasta 1952 para conocer los orígenes de lo que fue la Cooperativa Vinícola de Sant Mateu. Actualmente, un proyecto privado que convierte a este noble edificio en el único museo del vino en la provincia de Castellón y uno de los tres existentes en toda la Comunidad Valenciana.
En la entrada nos espera Josep María, socio fundador de Bodegues Besalduch Valls i Bellmunt, para contarnos la reconversión de este proyecto originario de viñas. Comenzamos a caminar por la zona expositora hasta llegar a la puerta que actúa como ventana a la fachada principal. Porque curiosamente, su portón inicial se encuentra en la parte posterior del museo. Una metáfora que ilustra el cambio de dirección que ha dado el museo en tan solo 4 años.
Su antigua caldera con depósitos de corcho habla por sí sola. Una prueba ejemplificadora de lo que pudo significar esta bodega de la Capital Histórica del Maestrazgo para su época. Una cadena de refrigerado que «todavía muchas bodegas no tienen» y que enorgullece a nuestro anfitrión. Entre sus piezas expositivas se encuentran documentos, herramientas e incluso la última línea de producción que hubo en la bodega. Todo un ambiente que permite viajar en el tiempo y recorrer la historia vinícola de San Mateu en la segunda mitad del siglo XX.
Más allá del muestrario inerte de sus vitrinas, la experiencia se abre paso bajo la actividad enoturística. La sala de degustación es la cuna de cata de sus productos. La luz cálida del espacio introduce al turista en una aventura de sabor y campo. El producto de la tierra se consolida como protagonista y el maridaje de sus vinos perfecciona la propuesta gastronómica de catering. Toda una iniciativa fragmentada por la covid-19, que ahora parece volver a ver luz verde bajo el amparo del aforo limitado.
Al bajar las escaleras, las cavas subterráneas nos adentran en la parte «más profunda y secreta» del museo. Bajo el eco de sus pasillos llegamos a los antiguos depósitos de fermentación. Allí, su Club Priveé guarda en silencio las barricas de todos sus socios. Unas maderas que crían el vino que posteriormente pasa a embotellarse y que reposa en las estanterías de cada familia. Un envasado con una etiqueta muy especial: su escudo de armas.
El color original de sus paredes manchadas por el tanino contrasta con la parte más moderna del museo: su sala audiovisual. Un espacio que escucha la historia del vino peninsular y, sobre todo, castellonense. Es entonces cuando aprovechamos para preguntar sobre la situación del vino de Sant Mateu. Josep María nos habla del resurgimiento del vino de Castellón desde hace 15 años como consecuencia de la filoxera de principio del siglo XX y la prohibición de la plantación de diversas variedades que acabaron con la viña. «Las subvenciones que se ofrecieron a los agricultores para arrancar las viñas acabaron matando el vino de la provincia», lamenta.
Seguimos caminando por su sótano y llegamos a la que es «la parte más bonita y pura de la bodega» según nuestro guía particular. «Las tripas de la bodega», que todavía no se encuentran disponibles de cara al público, guardan las 4 despalilladoras que se encargaban de separar la uva del rastrojo para pasar a la prensa. Las continuas referencias cariñosas al rincón más escondido del museo denotan la pasión que mueve a Josep María. Un mimo que se ve reflejado en el resultado final de sus productos.
«Un público amante de la variedad, la experiencia, de probar y de ver». Así define el socio fundador a los turistas de la bodega. Aunque los clientes de la cuna valenciana y catalana consolidan el grueso de sus visitantes, también se nutren del turismo costero durante la temporada estival. La variedad de sus packs ofrece desde opciones de horas a experiencias con pernoctación incluida.
Una reforma que no olvida el motivo de su origen y que cuenta sin palabras la historia del sector vitivinícola de esta provincia del interior. El objetivo de Bodegues Besalduch Valls i Bellmunt es claro: «posicionar Sant Mateu y esta bodega en el mundo del enoturismo».